Rogue One – Ser o no ser de Star Wars, he ahí el dilema…
“Violenta y triste” son palabras que para mí describen a Rogue One.
Opiniones encontradas se han suscitado frente a la trama de esta Historia de Star Wars, entre los “fundamentalistas” que se ciñen a los cánones de Una Nueva Esperanza, El Imperio Contraataca y El Retorno del Jedi, y los “ecuménicos” que se deleitan con toda producción que tenga que ver con la saga y su universo expandido.
Es claro que la no participación de John Williams en la banda sonora, ni la presencia de los Jedi o el no protagonismo de los Skywalker en la cinta, haya generado desazón entre los ortodoxos, llegando a catalogarla como una película que, “no se siente de Star Wars” y que más bien se acerca al belicismo épico de “Rescatando al soldado Ryan” del año 1998. Sin embargo, hay otros que destacan el respeto a la estética visual y la línea de tiempo, por parte del director Gareth Edwards y los guionistas Gary Whitta y Chris Weitz, conciliando la brecha entre los Episodios III y IV, además de incorporar la realidad y drama humano de un grupo de creyentes en La Fuerza sin poderes sobrenaturales -a excepción de un místico guerrero ciego-, quienes se constituyen en héroes sin rastro.
Una cosa es cierta, la cinta es impecable, con efectos realistas y convincentes, en los cuales se destaca el uso de la CGI (Computer Generated Imagery) para traer a Wilhuff Tarkin, Gobernador del Borde Exterior y comandante la Estrella de la Muerte, cuyo actor, Peter Cushing, murió en 1994, así como la legendaria juventud de la Princesa Leia Organa, personificada por Carrie Fisher en 1977 a la edad de 21 años.
